Sin embargo, en los gases de combustión calientes -para ser más precisos, en el vapor de agua caliente- sigue habiendo calor suficiente para ser utilizado como calefacción. Este calor se puede sentir de una manera sencilla: si ponemos la mano sobre una olla de agua hirviendo, tarde o temprano tendremos que retirarla. Esto se debe a que el vapor caliente sale del agua hirviendo y se condensa en la palma de la mano. Al condensarse, el vapor libera su calor latente, también llamado calor de condensación.
Para aumentar la eficiencia energética de un sistema de calefacción a gasóleo y desarrollar una tecnología de combustión que sea más eficiente en el uso de los recursos a largo plazo, es importante recuperar este calor de forma controlada y devolverlo al sistema de calefacción sin que el condensado dañe el sistema o el conducto de humos. Por tanto, el principio de funcionamiento de la tecnología de condensación a gasóleo también incluye la condensación deliberada de los gases de combustión calientes.